Ayer murió Paul Newman. Una de esas personas admirables y tocado por una estrella. Desde mi opinión, lo tenía todo, era inteligente, guapo y un estupendo actor. Amaba a su familia, poco amigo de los escándalos y ayudaba a las personas que consideraba talentosas. Se nos ha ido uno de los grandes, pero es ley de vida. Un recuerdo allí donde esté.
Por eso, hoy quiero hacer desde mi sección de los lunes un pequeño homenaje a algunas de sus películas y como siempre, a las enseñanzas que ellas nos aportan. Sólo incluiré algunas ya que fu excelente filmografía me obligaría a realizar un post eterno y luego los mails que recibo...
La gata sobre el tejado de zinc (Richard Brooks, 1958)
Cosas que tiene Hollywood, y las grandes estrellas, a veces. Ni siquiera la rígida censura de la época, que camufló la homosexualidad de su protagonista, evitó que ésta sea no sólo una de las mejores adaptaciones de una obra de Tennesse Williams sino también uno de los grandes clásicos del cine. Temas como la familia, las relaciones paterno-filiales, el amor o la hipocresía desfilan entre la maestría de sus intérpretes y diálogos. Y un recital de Elizabeth Taylor , que recibió la noticia de la muerte en un accidente aéreo de quien era su esposo por entonces, el productor Mike Todd. Hecho que la hizo entregarse aún más al personaje.
Qué podemos trabajar: La ilusión, la entrega y el poder de los lazos.
El buscavidas (Robert Rossen, 1961)
Un perdedor. Un granuja que se gana la vida desplumando a los incautos que le retan en la mesa del billar. Es Eddie Felson, elevado al altar de los personajes de cine memorables por obra y gracia de un magnífico Newman. Secundado además por otras interpretaciones que rayan la perfección, como la de el Gordo de Minnesota (Jackie Gleason ), su máximo rival; o Sarah Packard (Piper Laurie ), la mujer que tal vez pueda sacarle del camino a la perdición.
Qué podemos trabajar: La creatividad.
La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967)
Nuevamente un rebelde a la sociedad, esta vez condenado a dos años de prisión por una minucia: romper los contadores de un aparcamiento. Paul Newman es Luke en uno de los títulos de su filmografía más amados por la crítica estadounidense. Un drama carcelario que, se haya visto o no, inmediatamente se asocia con dos secuencias de las que todo el mundo ha odio hablar alguna vez. La apuesta de Luke de comerse nada menos que 50 huevos. Y la sexy presencia de Joy Harmon , una rubia que se dedica a caldear los ánimos de los presidiarios en sus trabajos forzados al aire libre. Su especialidad, el uso de la "manguera" y el jabón para limpiar el coche. Imágenes que, por ejemplo, inspirarían infinidad de anuncios de televisión, videoclips y demás películas; además de ser considerada como uno de los momentos más tórridos del cine.
Qué podemos aprender: La perseverancia, la lucha y la motivación.
Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969)
Título mítico de la historia del cine, y también uno de los mayores taquillazos de los sesenta. Como no podía ser menos al reunir en la misma pantalla a Newman con otro de los grandes guapos por excelencia del celuloide, Robert Redford. Dos asaltadores de bancos en el viejo Oeste a punto de desaparecer que formarán un singular trío con Etta Place (Katharine Rose). Y una canción, Raindrops Keep Fallin' on My Head, compuesta por Burt Bacharach, convertida en un himno a la libertad y al gozo de vivir el momento.
Qué podemos aprender: La lealtad y la rapidez en situaciones adversas.
Camino a la perdición (Sam Mendes, 2002)
Si su último trabajo para la gran pantalla fue poner la voz de ese auto, vieja gloria de las carreras, en la película de animación Cars , de John Lasseter, cuatro años antes lo vimos en su obra póstuma en carne y hueso. Fue como jefe de la mafia irlandesa en Rock Island. Un hombre paternal y protector pero también implacable y despiadado, aunque se trate de perseguir a aquel a quien ama como si fuera su propio hijo, Michael Sullivan, encarnado por el doblemente oscarizado Tom Hanks . El momento: aquel en que Hanks y Newman se marcan un dúo al piano.
Qué podemos aprender: La exigencia.
Pero la película que extenderé un poco más, por ser una de las cintas de mi vida es...
El golpe (George Roy Hill, 1973)
La legendaria pareja protagonista de Dos hombres y un destino, Newman y Redford, volvería a unir sus fuerzas para esta original, divertida y enrevesada trama de engaños que inspiraría en parte a la saga de Ocean's Eleven de Steven Soderbergh . El Chicago de los años treinta y el mundo de los gangsters desde una óptica totalmente distinta, un guión excelente y un final absolutamente sorprendente. Banda sonora adaptada por Marvin Hamlisch igualmente inolvidable.
Una obra en la que veremos muchos de los puntos arriba expuestos, pero en la que yo me quedo con dos especialmente.
1. No seas predecible
En la vida de las organizaciones siempre nos encontraremos a personas que quieren lo que nosotros tenemos. Que no piensan en lo mucho que nos ha costado conseguirlo y en las horas que le hemos dedicado a planearlo y alcanzarlo. Ellos o ellas simplemente lo quieren.
A la hora de vender algo, si tu interlocutor cree saber por donde irá la conversación y tu le das la razón, pocas opciones de venta tendrás.
Si para crear un nuevo proyecto o lanzar un nuevo producto, simplemente haces lo que todo el mundo espera, estarás eliminando el factor sorpresa y por tanto un importante "punch" en la salida y comercialización del producto.
Pero sobre todo, si lo que tú estás desarrollando lo pudiera hacer cualquiera... ¿Quién dice que alguien le vaya a dar importancia?
Busca la fórmula, estruja tu cerebro y saca todo el potencial, realiza movimientos para que tu creatividad te haga generar un buen producto, pero no intentes venderlo como lo harías habitualmente, si no con grandes giros y sorpresas para la persona que está al otro lado y por supuesto, nunca dejes ver todas tus cartas, ni tu jugada final o será fácil que te copien (aunque ni con la misma calidad, ni con la misma ética)
2. Anclajes de felicidad
Los momentos de felicidad siempre vienen acompañados por ciertos elementos que te ayudan a recordarlos. Una escena, una foto, un lugar en el mapa, una frase de una conversación...o una canción.
Realizar un anclaje es sencillo. Haz un esfuerzo por dotar un gran momento de felicidad de una pequeña etiqueta que te ayude a recordar ese sentimiento posteriormente. Por ejemplo:
Me encanta la nieve y uno de los mayores placeres confesables que tengo en mi vida es deslizarme por la montaña con mi tabla de snow. Cada vez que lo recuerdo, una serie de emociones positivas me recorren el cuerpo y me hacen sentir feliz. Pero recordar todos los momentos es complicado, así que hace unos años, me subí a uno de los picos más altos de la estación, me quité la tabla, me senté tranquilamente a disfrutar del paisaje y cuando identifique una imagen que podría fácilmente recordar, le dediqué unos minutos a recomponerla en mi cabeza. Como si de un lienzo se tratase le puse el color perfecto, la gente deslizándose, el pueblecito debajo, un pequeño lago provocado por el deshielo... Sorprendentemente han pasado 4 años desde aquel momento y todavía puedo cerrar los ojos y hacer que venga a mi esa imagen. Pero lo mejor es que nunca viene sola. Lo verdaderamente extraordinario es que junto a ella, siempre vienen todos las emociones y sentimientos que la nieve me provoca. Eso es un anclaje de felicidad.
Para mi esta película o concretamente su banda sonora significan uno de los anclajes más importantes de mi vida. Cada vez que oigo la oscarizada banda sonora simplemente, me pongo contento. Da igual lo que me pase, lo que sienta o lo mal que lo esté pasando... como Brian crucificado "Always look on the brigth side of life"
Paul, gracias.
feliz semanaa todos y todas :)
lunes, 29 de septiembre de 2008
Paul Newman
Publicado por
Rubén Turienzo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario