miércoles, 26 de diciembre de 2007
La mirada de un niño
El otro día pude disfrutar de una fantástica cena de Nochebuena con mi familia y tras jugar con mis primas pequeñas durante un buen rato comencé a pensar en el comportamiento de algunos adultos.
Estaba pensando en la “rabia” que da cuando se nos juzga erróneamente y me preguntaba si es posible que uno mismo tenga que ver en ello sin ser consciente. ¿Una coraza de más de de 30 años, sigue siendo sólo una coraza o acaba forjando parte de nuestra personalidad? ¿Ayudamos a que “nos malinterpreten” sin saberlo?
Ojala nos enseñasen a "ser adultos" sin perder la capacidad de decir las cosas desde la honestidad y desde la humildad, con picardía o sin ella pero sin perder esa inocencia de los críos que hacen que en lugar de querer matarlos te los quieras comer a besos a pesar de haberle dicho al vecino “mi mamá no puede salir porque está haciendo caca”. Son cosas que tienen los niños pequeños… no se plantean intenciones, no dudan, ¡actúan! Se equivocan pero no se les malinterpreta, te responden porque han hecho las cosas sin pensar en lo que quieres oír o eres capaz de entender… lo sueltan y punto porque ellos no saben que por ser niños no se les va a cuestionar, son simplemente niños y son así, y lo que es mejor nosotros lo entendemos!!!!
En fin, ese traje que algunos se ponen para mostrarse de tal modo, esa coraza que otros se construyen, consciente o inconscientemente, esas maquiavélicas historias que los más retorcidos inventan… son creaciones de adulto que no hacen más que poner en duda nuestra autenticidad ante el que nos mira, nos escucha o nos toca.
¿Por qué no sacamos más ese niño que llevamos dentro? Yo en estos días seguiré disfrutando de mis primas pequeñas y aprendiendo de ellas a ser mejor.
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Publicado por
Rubén Turienzo
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