jueves, 10 de enero de 2008
Superando las tres normas
Randall "Rand" Peltzer, un modesto inventor de cuestionable éxito vive en la ficticia comunidad de Kingston Falls y viaja a Chinatown en Nueva York para vender sus inventos y comprar un regalo para su hijo Billy.
Finalmente compra en la pequeña tienda de un anciano chino una criatura llamada mogwai (que significa en Cantonés "espíritu maligno"). El dueño de la tienda no quería vender el animal pero su nieto se lo vende en secreto a Rand. Aunque la criatura tiene un aspecto inocente, el nieto del dueño advierte a Rand que debe respetar algunas precauciones:
- El mogwai no soporta las luces brillantes y no debe recibir luz del Sol, que lo mataría.
- Nunca debe mojarse al mogwai.
- Y lo más importante, nunca se debe alimentar al mogwai después de la media noche.
Rand llama a la criatura "Gizmo" y se lo regala a su hijo. Este descubre que la criatura es muy inteligente y todo parece ir bien hasta que un amigo de Billy derrama agua sobre Gizmo, lo que provoca que salgan unas bolas peludas del animal. De estas bolas nacerán nuevos mogwai. Los nuevos mogwai resultan ser más agresivos que Gizmo y están liderados por Stripe, uno de ellos que lleva un mechón de pelo blanco.
Los nuevos mogwai engañan a Billy para que les de de comer después de media noche. Tras la ingesta de alimento las criaturas forman una forma de crisálidas de la que resurgen convertidos en unos monstruos de aspecto reptiliano llamados gremlin.
La verdad es que esta es sin duda una de las películas de mi niñez. Me encantaba ver a los gremlins e imaginarme que realmente podían existir. Lo que nunca se me pasó por la cabeza es que años más tarde descubriría que todos tenemos uno en nuestro interior deseando salir para armarla ahí fuera.
Todos tenemos unas normas, unas líneas básicas de actuación o unos parámetros que debemos cumplir. Todos conocemos los límites de los que nos rodean y sabemos qué temas o que operaciones no debemos llevar a cabo si no queremos que nuestros compañeros se transformen en gremlins. Sin embargo, ¿conocemos las nuestras? Y si las conocemos, ¿las hacemos entender a los demás?
Muchas personas no pueden hablar de política, otras de futbol, algunas de sus relaciones personales y otras más simples, no pueden hablar del futuro empresarial de su compañía sin alterarse. La mayoría conocemos nuestros “puntos de quiebre” pero no los hacemos públicos porque sabemos que con ello nos exponemos. Pero ¿no seríamos más libres sin tener que ocultar nuestras tres normas? Al fin y al cabo, tenemos más posibilidades de que algún compañero saque uno de esos temas por accidente que premeditadamente.
Pero ese sería sólo el primer paso, es decir, reconocer lo que nos hace daño y una vez analizado, comunicárselo a nuestra gente de confianza para evitar que saquemos nuestro mechón blanco. A partir de ahí queda un importante proceso para ir investigando el por qué eso nos hace tanto daño y nos irrita. Trabajándolo día a día para finalmente superarlo.
En el mercado hay estupendos profesionales del coaching personal que pueden ayudarnos a todos en este proceso, alejado de objetivos empresariales, cuentas de resultados o rentabilidades semestrales. Simplemente un trabajo para nosotros, para ser mejores, más tolerantes y más felices.
Desde aquí quiero felicitar a todos mis compañeros que ejercen como coaches personales. Hacéis un trabajo excelente. Los que nos dedicamos más al mundo empresarial y al liderazgo a veces olvidamos que si no fuese por vosotros, nos encontraríamos a muchos más gremlins en las empresas y en la sociedad.
Y aunque como siempre digo, el cliente debe confiar en las personas formadas y preparadas, debemos también desarrollar un poco de corporativismo y apoyar a los verdaderos profesionales que hacen grande esta potente herramienta de la que en definitiva vivimos.
http://www.rubenturienzo.com
Publicado por
Rubén Turienzo
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