jueves, 29 de noviembre de 2007

La serpiente y la luciérnaga




“Cuenta la fábula que en una laguna cercana volaba una noche una joven y bella luciérnaga. Tras varios minutos observando las posibilidades que la charca le ofrecía se dio cuenta de que una astuta y vieja serpiente estaba acechando.

La luciérnaga, algo contrariada se acercó al reptil y le preguntó:

- ¿Acaso debo temer por mi vida por estar en tu ciclo alimenticio? La serpiente le contestó que no estaba en su ciclo alimenticio, de hecho la serpiente sólo comía roedores. Tras oír esa respuesta y notando la presencia de la serpiente más cerca la luciérnaga volvió a preguntar:

- ¿Entonces debo temer por mi vida por que llevas días sin comer y necesitas alimentarte urgentemente?

La serpiente contestó que no tenía hambre puesto que hace sólo un día había saciado sus necesidades para una semana. Sin embargo siguió acercándose a la luciérnaga.

- La única explicación entonces es que te he debido hacer algún mal ¿no?

Mientras contestaba a esa pregunta la serpiente, negando con la cabeza, la joven voladora se dio cuenta de que estaba a merced del reptil y mientras cerró los ojos esperando lo inevitable oyó como la serpiente le explicaba.

- Querida luciérnaga, simplemente voy a comerte porque me molesta que brilles tanto.”

Muchos de nosotros nos hemos visto envueltos en situaciones donde nos preguntamos: ¿Por qué me pasa esto si yo no he hecho nada malo?

Sencillo… porque no soportan verte brillar.

Uno de los problemas emocionales más frecuentes, la envidia suele definirse como la tristeza por el bien ajeno; un sentimiento desagradable que se produce al percibir en otro algo que se desea y que dificulta el desarrollo del que lo sufre y sus relaciones con los demás.

Se mezclan emociones de naturaleza contradictoria, como por ejemplo, el deseo de tener lo que otro tiene, la admiración por lo que otro ha conseguido, el dolor por no tenerlo, la indignación por considerar injusta la diferencia que se observa o la incertidumbre por no entender a qué se deben las diferencias que producen la envidia.

La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al individuo a desear lo que no tiene y a compararse con los demás.

La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional; sentimiento que en lugar de ayudarle a conseguir lo que envidia, se lo dificulta.

El envidioso es incapaz de ponerse en el lugar del envidiado, para poder comprender su situación, o de sentir empatía hacia él.

¿Qué significa sentir empatía hacia alguien? Significa sentir lo que siente el otro. Y es la base de la comprensión y de la solidaridad.

La envidia origina una serie de reacciones negativas que pueden hacer que el envidioso se aísle de los demás o tenga serias dificultades para relacionarse adecuadamente con ellos.

La envidia se produce casi siempre hacia personas muy cercanas.

Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento, el estatus ocupacional, el dinero, el poder o los símbolos y las posesiones materiales.

Para que en lugar de producirse envidia surja admiración, es necesario que las cualidades que se observan en el otro no representen una amenaza para la propia valoración.

En los ambientes en los que existe una fuerte tendencia a evaluar el rendimiento de forma individualista y competitiva hay más riesgo de suscitar envidia.

Para prevenir la envidia debemos tener en cuenta los siguientes puntos:

- La envidia es consecuencia de dos procesos psicológicos necesarios para el desarrollo de los seres humanos: el deseo y la comparación. Para prevenir la envidia no se pueden suprimir dichos procesos, sino que deben controlarse sus efectos.

- Para que los dos procesos mencionados produzcan una envidia sana, conviene desarrollar habilidades que ayuden a comprender lo que se siente y por qué se siente; convertir el malestar emocional producido por la envidia en un motor para conseguir lo que uno desea tener, y controlar la hostilidad que dicha situación puede generar, evitando que deteriore las relaciones con los demás.

- La envidia es incompatible con la empatía, que desempeña un papel importante en el desarrollo de la comprensión de uno mismo y de los otros. Para prevenir la envidia es importante tratar de estimular la empatía y, a través de ella, la capacidad para ponerse en el lugar del otro.

- La envidia se produce siempre en situaciones que son vividas como una amenaza. Por eso, para prevenirla es preciso favorecer la confianza básica en uno mismo y en los demás, desarrollar expectativas y modelos positivos sobre las relaciones sociales, y adquirir habilidades para responder a la tensión emocional. Características que comienzan a desarrollarse desde la primera infancia.

- Uno de los mejores remedios contra la envidia es aprender a afrontar dichas situaciones con optimismo, centrando la atención en los aspectos positivos de la realidad.

- La envidia se produce casi siempre hacia personas que ocupan posiciones próximas, en relaciones que se esperan de igualdad, pero que se convierten en relaciones de desigualdad (asimétricas), en las que se ocupa una posición inferior que no se acepta. Por eso, para prevenir la envidia es preciso establecer desde la infancia relaciones adecuadas con los iguales.

- Para prevenir la envidia se debe aprender a relativizar las diferencias sociales y adquirir habilidades para elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse, para evitar que dicha comparación tenga un efecto destructivo.

Es inevitable que envidien tus logros o tu éxito. Es por tanto inevitable que envidien verte brillar.

Cuando esto pase, no dejes de brillar, continua siendo tu mismo, sigue dando lo mejor de ti, sigue haciendo lo mejor, no permitas que te lastimen, no permitas que te hieran, sigue brillando y no podrán tocarte…

Porque tu Luz seguirá intacta.



BIBLIOGRAFÍA

Alberobi, F. Los envidiosos. Gedisa, Barcelona, 1991. Castilla del Pino, C. (Compilador). La envidia. Alianza Universidad, Madrid, 1994.

Díaz-Aguado M.J. Todos iguales, todos diferentes. Volumen II: Programas para favorecer la integración escolar, ONCE. Madrid, 1994. Dunn, J. Relaciones entre hermanos. Morata. Madrid, 1986.

Erickson, E. Identidad, juventud y crisis. Paidós, Buenos Aires, 1971. Goleman, D. Inteligencia emocional. Kairós, Barcelona, 1995

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